lunes, 5 de agosto de 2013

EL ALBEDO, LA SEGUNDA ETAPA DE LA OBRA

Así como la Noche es uno de las más importantes símbolos de la NIGREDO, el transcurrir desde la AURORA hasta el MEDIO-DÍA corresponde simbólicamente a la Etapa del ALBEDO. Desde el punto de vista Cosmológico y según la “praxis” de la Doctrina Hermética, la etapa de la ALBIFICACIÓN corresponde a la segunda etapa del proceso Alquímico de La Gran Obra.

            El VITRIOLO BLANCO es el “disolvente” de la ilusión del “ego”. El Plomo es convertido en Plata. El Iniciado se ha provisto de un nuevo Cuerpo Espiritual. El ALBEDO constituye el paso más importante en el Proceso gradual de la Gran Obra Alquímica, porque le permite al Iniciado trascender la condición o estado puramente humano-animal; vale decir, se RE-genera y alcanza la RE-integración al Estado Primordial.

            La NEGRURA de la Noche se alumbra con la Estrella de los Reyes-Magos que anuncian la epifanía del nacimiento del “Puer Aeternus”, magnípotens, el “Infante REAL”. El “CÓDIGO DE LA VERDAD” describe crípticamente esta etapa con las palabras siguientes: “Blanquead a Latona y destrozad vuestros libros, por temor a que vuestros Corazones no sean destrozados por la inquietud”. Quiere decir que en este estadio de La Obra, la teoría es inútil y que sólo debemos confiarnos del Conocimiento directo, no-aprendido (La Gnosis) y de los resultados de la PRAXIS o “Realización Interior”.

            Es estado de “putrefacción” y de “disolución” que corresponde a la etapa anterior (La Obra en Negro), representa la “separación” o “disolución” del falso “yo”. Es la “Muerte Iniciática” necesaria para “resucitar” en una nueva dimensión, un retorno a La LUZ, verdadera ANÁSTASIS del Yo Superior o Verdadero.

            La Gnosis Hermética y su Esoterismo sólo disponen del Método Simbólico para tratar de sugerir más que explicar lo que de hecho es inexplicable. La única posible “dialéctica” de la Gnosis está constituida por el Simbolismo, que por su propia naturaleza sintética es totalmente diferente a la dialéctica de la Filosofía, que es analítica. Por eso, la Gnosis y su Esoterismo constituyen una VÍA EXPERIMENTAL, vivencial que elimina el riesgo de las verdades establecidas y los dogmas.

            Se trata de un Conocimiento reservado a quienes están debidamente cualificados para recibirlo: individuos con un horizonte intelectual capaz de sobrepasar el dominio cognoscitivo individual, poseedor de una cierta aptitud o disposición natural para el desarrollo de las posibilidades intrínsecas, que los convierte de hecho en ELECTOS capaces de pasar de la potencialidad al acto, que es lo que constituye la REALIZACIÓN ESPIRITUAL. Tales individuos son como la yesca, que rápidamente se enciende ante la más leve chispa del pedernal, representada en este caso por la Influencia Espiritual de la Enseñanza Tradicional.

            Los Antiguos Maestros del ARTE REAL siempre advirtieron: “Nuestros libros no son escritos para todos, si bien todos son llamados a leerlos”. Es obvio que para poder comprender la Ciencia Hermética es necesario estar dotado de perspicacia, de sagacidad y de capacidad de percepción trascendente. Estas son, precisamente, las más importantes de las CUALIFICACIONES que son exigidas por toda Institución Iniciática Tradicional, a quienes aspiran a recibir la Iniciación. Sin embargo, además de “saber leer”, en el sentido Masónico del término, deberá ser capaz de dar el paso decisivo de la puesta en práctica del método, que es lo que conduce a la realización efectiva, si realmente se quiere avanzar sobre las bases sólidas en los Misterios del Arte Real; es decir, en lo que siempre hemos denominado NUESTROS AUGUSTOS MISTERIOS. Esta es la razón por la que el Conocimiento verdadero de la Ciencia Hermética y su Esoterismo, no está al alcance de quien quiere, sino de quien puede.

            En la progresión del Sendero Iniciático, la Iluminación Espiritual es la etapa fulgurante; representa la epifanía o manifestación del Ser Verdadero, que aporta al mismo tiempo una plena mutación mental (Metanoia) que convierte al Iniciado en un ser nuevo, regenerado y con nuevo y más dilatado estado de consciencia.

            El brillo incomparable de LA AURORA simboliza la Apoteosis de la Epifanía: el Alma Iluminada, el más deslumbrante asombro que un ser humano puede experimentar; el más extraordinario acontecimiento de una vida humana que ha trascendido el estado humano-animal para acceder a un nuevo estado de consciencia y a Planos de comprensión más altos.

            Quienes alcanzan esta etapa luminosa, son “revestidos” con “la Túnica Incorruptible”, denominado AUGOEIDES OCHEMA por nuestros antepasados, los Iniciados Griegos de las Escuelas de Misterios. Ese “vehículo sutil” del Alma es la MORADA del Espíritu, tal como el cuerpo físico es la morada del Alma, la “tienda de arcilla”, “el Tabernáculo en el desierto”, etc.

            Después del proceso de “putrefacción” que consiste en la eliminación por “destilación” de los elementos degradantes y destructivos y de los restos mentales que obstruyen el progreso espiritual, sigue el proceso de FERMENTACIÓN: un cambio de estado a otro, tal como el juego de la uva se convierte en Vino. Es un proceso de “separación” del espíritu, de lo que no es espíritu. El proceso inmediato es el de “Rectificación” o purificación final, mediante el cual, lo más “volátil” (lo espiritual) es elevado a su más alta excelencia. Sólo entonces el Iniciado se convierte en un ser REALIZADO y auto-conscientemente Iluminado. Como bien lo describe FULCANELLI: “Del Caos obscuro surge la Luz que es fruto de la ascesis, y eso LUZ brilla en las tinieblas como una estrella en el cielo nocturno”. (“Las Moradas Filosofales”).

            El Proceso Espiritual denominado ILUMINACIÓN, es el maridaje indisoluble de la Doctrina Hermética Tradicional convertida en acto; es decir, el acontecimiento VIVIDO por el Alma del Iniciado mediante la conjugación o síntesis del Conocimiento Liberador y la Ascesis Interior o PRAXIS ALQUÍMICA conducente a una metamorfosis íntima del hombre natural, que da nacimiento al Sabio Integral, al “Hombre Trascendente” o CHEUN-JEN según el término usado por la Tradición Taoísta; el INSAN EL-KAMIL de la Tradición Sufí. El que “se conoce a sí mismo” y que “ha nacido a su propia Luz”. Entonces el Hombre Verdadero ha penetrado el misterio de la TEANTROPIA. Por tal razón, el Poeta-Sufí ABU ALI AL-SIND, dijo: “Y puesto que ya no soy yo, el Alto Dios es su espejo en mí”.

            La correspondencia cosmológica del “recorrido” diario del Sol con las Tres Etapas de la Gran Obra Hermética, esta representadas por el Orto Solar (La Aurora) después de las Tinieblas de la Noche, el Medio-día en punto (Sol en el Zenith) y el Ocaso o la Puesta del Sol, que es el re-inicio de un nuevo ciclo. La “Noche Negra” simboliza El Nigredo, La Aurora corresponde al Albedo y el Medio-día representa la Iluminación Plena del Rubedo.

            Aquí se hace imperativa una digresión, a fin de referirnos específicamente al verdadero significado de los que simbolizan las palabras relacionadas con “Las Horas de Trabajo”: Desde MEDIO-DÍA hasta MEDIA-NOCHE, y que algunos HH\han querido interpretar a su manera con un significado totalmente externo y profano. En primer lugar, el Sol al Medio-día está en el Zenith, es decir, el punto donde la vertical de un lugar va al re-encuentro de la Esfera Celeste. Aquí la Tierra representa lo manifestado, y la Esfera Celeste lo in-manifestado. Al mediodía, el cuerpo expuesto a la luz del Sol no hace sombra alguna, es decir, que “la sombra desaparece” bajo nuestros pies…El Sol en el Cenit simboliza por lo tanto, el pasaje de la Vida en el Tiempo a la Vida en la Eternidad. La luz del Mediodía representa la Luz en su plenitud…Es una especie de “instante con visos sacros”, una “parada muy breve” en una especia de “instante sagrado”, una parada en el movimiento cíclico antes de que se rompa un frágil equilibrio y que la luz bascule hacia su ocaso…Al “desaparecer la Sombra” deja de dominar el “falso yo”; entonces, el cuerpo se une al Alma y el Alma al Espíritu, constituyendo de esa forma una especie de “soldadura Unitiva”. Si ahora tomamos las dos posiciones conforman un EJE común, que constituye un símbolo del Eje que también existe en nuestro Mundo microcósmico y que corresponde al PILAR DEL MEDIO de nuestra Logia Interior; y es precisamente por medio de ese “eje” que podemos “abrir” y “cerrar” nuestros TRABAJOS Internos. Si ahora tomamos el Simbolismo de la Dualidad LUS y TINIEBLAS del Día y de la Noche como representativos de VIDA y MUERTE, nos indica que el Masón debe trabajar durante toda su vida, hasta que la noche de la muerte los traslade al Oriente Eterno. No obstante, si aquí y ahora, en esta vida, él se esfuerza en su Trabajo Interior, logrará activar la Luz de su Templo Interior y podrá percibir el SOL DE MEDIO NOCHE; habrá convertido en Luz sus propias Tinieblas y habrá conquistado su verdadera LIBERACIÓN…

            Concluida la digresión, regresemos al simbolismo que antes veníamos señalando. Marc-Antonio Casellame, en su magnífico libro “LA LUZ SALIENDO POR SÍ MISMO DE LAS TINIEBLAS” dice: “La LUZ saliendo como un dardo de este eterno e inmenso tesoro de luz, ahuyenta las tinieblas por su esplendor radiante, disipa el horror del caos e introduce la forma universal en las cosas, como poco antes el caos había provisto la materia universal”. (Op Cit. Pág. 70. E.P. Denoël. Paris, 1.971).

            Los Iniciados griegos denominaban el medio-día en punto “Las Estancias de Apolo”. Al observar el Sol en su meridiano, varadas son las ideas que surgen de la mente: se nos antoja como un fiero león con melena ardiente, o como un dragón escupiendo llamas, como un carbunclo encendido que tiñe la Cúpula bravía con destellos de oro y rosa. Sus llamas son como crespones encendidos de oriflama, símbolo del Fuego de Vida triunfante y de alegría, con su doble acción calorífera y luminosa. Al bajar la mirada hacia la Tierra nos encontramos con el más significativo de los símbolos relacionados con la Iluminación plena: la Sombra ha desaparecido bajo nuestros pies…

            Desde el inicio luminoso del romper la Aurora, el Astro Rey “sube” en largos “saltos” en el Cielo para coronar su brillo y esplendor en las alturas del Zenith, convirtiéndose en catarata de Luz sobre la Tierra. Instante sagrado, epifanía uraniana que es Vibración y Luminosidad y Fuerza Vital (Verbo, Lux et Vita). Luz en plenitud, imagen de Eternidad, como la Cara Invisible del JANUS de Los Misterios; símbolo del estado central por donde se puede salir del Cosmos, comunicarse con el Cielo y alcanzar una Vida exaltada…

            Como señalamos antes, la dimensión vertical entre el Zenith y el Nadir corresponde figurativamente al “Eje” que designa el Centro o Polo de Consciencia denominado “EL PILAR DEL MEDIO” en la Tradición Cabalística. Situado conscientemente en ese “Eje de Luz”, el Iniciado alaba al Creador, y como “Escala de Jacob”, allí también desciende Su Misericordia, en medio de la quietud y el silencio (“Silencio y en Logia”).

            Al ponderar la aparición del Sol en la mañana, su grandioso fulgor al medio-día y su “desaparición” en el ocaso o las “Estancias de la Noche”, nos viene a la mente el Espíritu Indestructible que llevamos dentro: semejante al Sol, sólo se “pone” en apariencia, pues de hecho continúa brillando hasta en la Media-Noche (El Sol de Media-Noche). Tal como el Espíritu sigue adelante, así el Hombre prosigue su camino abriéndose paso por sí-mismo, y cuando cree morir, renace de sus propias cenizas como el Ave Fénix, en victoriosa Palingénesis, porque el Fuego del Ser Verdadero que plena su Cuerpo le permite al Alma sojuzgar el Mundo.


            El Sol como Astro es el símbolo visible que representa el Sol Eterno Espiritual (El Logos), el “Señor del Tiempo de La Luz”. Y así como el Sol físico es la fuente de la Energía de la Vida, analógicamente, El Logos es la Fuente de La Vida Espiritual: “En Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser”.

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