martes, 26 de noviembre de 2013


El Retorno de Henoch O La Masonería Primigenia.
Albanashar Al- Wali




Diseño del Tarot por Paul Foster Case
«Hubo un tiempo cuando todo el Arte de Construir era llamada un "Misterio", y estaba bajo la dirección de los Sacerdotes de Thoth-Nebo-Hermes-Mercurio. La Construcción es parte de la Ciencia Hermética, supervivencias de cuya idea están preservadas en los Rituales de la Masonería. Hermes fue el Gran Mago y transformador. Fue, sin embargo, únicamente el Mensajero de una Divinidad más alta que él mismo; fue meramente el transmisor, no el originador, el "canal" más bien que la Fuente. Por eso se le llamó "el Mensajero de los dioses"».

INTRODUCCIÓN


«Todo reino dividido es desolado; y toda ciudad o casa dividida con­tra sí misma, no permanecerá»(1)


La razón de ser de este libro es difundir la Luz Masónica y re­unir lo disperso. Porque todo propósito masónico es constructivo. Aspiramos construir, no destruir; explicar y armonizar; no sólo se­ñalar imperfecciones, sino pregonar las Verdades Tradicionales y ale­jar la desorientación y la desconfianza. No destruir ni siquiera el error, porque nuestros Maestros Pasados nos enseñaron y nos de­mostraron que nada se destruye, todo se transforma.
Para ello, el Masón, como obrero de la inteligencia constructi­va universal, recurre a la Regla, que es la imagen misma de la exacti­tud y también de la Verdad.
Al oponer «la Verdad al error», estamos actuando con Sabiduría, que es la primera Luz de nuestra Orden, junto con la Fuerza y la Belleza. De ese modo estamos reconociendo que existe una sola realidad que es el Bien, y que lo que se llama el Mal, es producto de la ignorancia. Ven­cer la ignorancia por el Conocimiento de la Verdad, es vencer el Mal.
«Ciertos Masones consideran y enfocan la Masonería», precisa Aurifer, «en un marco banal que demuestra la insuficiente preparación y documentación que poseen sobre los fines y medios verdaderos de la Orden. Para un Masón prisionero del error, toda discriminación se eclipsa y oscurece hasta llegar a perder el sentido de lo verídico y de lo auténtico. Un Masón así extraviado no está más en capacidad de perci­bir aquello que le es realmente útil en el dominio Iniciático. Para él los viejos Símbolos devienen letra muerta, cuando no los invierte a sabien­das. Y una vez que dicho Masón ha llegado tan lejos en el descenso hacia las tinieblas espirituales, difícilmente se puede imaginar una vuelta a su­bir de nuevo por sus propios medios».
El autor se coloca en la línea de la Masonería Tradicional, cuyos fines son la espiritualización de los individuos y de la sociedad en lo inmediato, y en su significación más profunda, la Reintegración del Ser en su estado Primordial. Respetamos otras formas de Masonería «moderna» porque el espíritu masónico es amplio y abierto a toda ac­titud de tolerancia y de esfuerzo conciliatorio y fraternal. Con ello, queremos dejar bien entendido que no es nuestro propósito descender al plano de la polémica y la controversia, cosa absolutamente estéril y fuera de lugar en el dominio de las ideas Masónicas, pero en cambio, pregonamos y defendemos la función espiritual de la Masonería; espiri­tualidad que está más allá de las sectas y de las religiones.
Nuestros puntos de vista son puramente Doctrinales; por lo cual, estamos muy lejos de cualquier intento de controversia. Mucho menos con quienes han perdido por completo los puntos de vista y la actitud Doctrinal propios de todo espíritu Tradicional y cuyas ten­dencias son, por el contrario, la negación y la total desvinculación con esos principios esenciales.
Así pues, nuestra posición es exclusivamente la del dominio de los Principios y de la Tradición. Por ello, este libro, cuya contextura pudiera aparecer a primera vista como de contenido o urdimbre di­verso, está en verdad, unido por la fuerte trama de una sola verdad fundamental: el robusto «hilo» de la Tradición Iniciática Occidental.
Afirmamos que la Masonería Tradicional no es un simple gru­po creado por decisión simplemente «humana», razón por la cual, sus objetivos buscan algo más que los «fines definidos» e inmediatos que muchos desorientados y desorientadores tratan vanamente de imponerle. Afirmamos igualmente que la Masonería no es un Club, ni un partido político, ni un sindicato. Tampoco es una Religión, ni Ocultismo, ni Misticismo, ni Espiritismo; es pura y simplemente una Escuela Iniciática Regia o Real; es decir, lo que en tiempos Anti­guos se conocía como una «Escuela de Misterios Menores».
Nada de lo que aparece escrito en este libro es invento ni crea­ción del autor. Todo lo que había que inventar y crear ya lo hicieron ad-initio (BRSHT, Apxn), los creadores-fundadores de la Masonería Pri­migenia. Por ello, nunca mejor que en el presente caso tienen más vigencia y justificación las palabras del Eclesiastés (1,9) «Nada hay nuevo bajo el sol». Lo único que tiene importancia es la idea que ha de transmitirse y no quien la transmite.
Este libro es simplemente una obra de compilación o recopila­ción. Es un intento de «recoger los restos del cuerpo de Osiris esparci­dos por el suelo». Y esos restos no son propiedad de ningún individuo en lo particular, son la Heredad de los Iniciados de todos los tiempos.
Sin embargo, para adelantarnos a las «opiniones alegres» y no pocas veces prejuiciadas de algunos «eruditos», orientalistas, críticos, folkloristas y demás «autoridades» que casi sistemáticamente tratan de etiquetar, encasillar y definir a su manera las ideas y opiniones ajenas, deseamos aclarar que dicha compilación no es obra de sincretis­mo ni eclecticismo; no es una mezcla de elementos disímiles de tra­diciones diversas, sino que por el contrario, se trata de un esfuerzo de síntesis de elementos Doctrinales similares y coherentes, que pro­vienen de un Conocimiento Tradicional común, que es la Vía Iniciática de Occidente, con un principio unificante de orden profundo.
El tema central de su contenido es como un «hilo de Ariadna» ofrecido al Teseo de nuestros tiempos, a fin de que, guiándose por entre el Laberinto de las innumerables formas bajo las cuales está es­condida la Gran Tradición Única, pueda buscar la «Palabra Perdida» que hace salir la Luz de las Tinieblas y restablecer el Orden (Ordo ab chao, lux e tenebris).
Es un sincero y ardoroso esfuerzo por intentar que lo disperso retorne a la unidad. Un retorno a las Fuentes Primigenias, con miras a la reorientación y restauración de la Tradición Iniciática de Occi­dente, conservando con ardiente celo y responsabilidad lo que de buena fuente hemos recibido y prometido mantener, cuidar y trans­mitir. Y por otra parte, tratar de evitar y detener la «dispersión» cau­sada por la usurpación que ha venido degenerando la prístina ense­ñanza, pues es evidente que la decadencia que ha sufrido la Masone­ría moderna, ha preparado el camino franco a la perversión, cuyos efectos altamente nocivos se advierten claramente en muchos Ritos y Obediencias; en los cuales, la inversión total del espíritu de la genuina Tradición Masónica, los está convirtiendo, consciente o incons­cientemente, por su degradación progresiva, en instrumentos de la contra-iniciación. «El que no recoge, derrama» (2)

Para señalar como ejemplo solamente una de las diversas ten­dencias profanas y profanadoras que tienen, desafortunadamente, una predominancia cuantitativa en la Masonería Ordinaria de nues­tro tiempo, citaremos el tipo de individuo que presume de «científi­co», el «cartesiano sin ton ni son», con su irreductible «orgullo inte­lectual» (Oh, Hybris...), no tolera otras ideas que no sea las propias; no se deja instruir (masónicamente, desde luego), a menos de que se acepten sus propios dogmas y sus puntos de vista excluyentes y de­formantes. Vive en un enceguecimiento voluntario que sólo demues­tra un gran temor a la Verdad. Negarse a conocer es ignorancia, ya que no es falta de conocimiento. Ese tipo de masón es como un pez que pretende vivir fuera del agua... Es evidente que tiene la preten­sión de ser un Masón, ya que de otro modo no se explicaría por qué pidió la Iniciación Masónica. Pero una vez dentro de ella, prescinde arrogantemente de esta Tradición y se esfuerza por reemplazarla por lo que el cree, y por lo que más conviene a sus intereses personales.
Ese tipo de Masón, cuando tiene que enfrentarse al Mutus Líber del Simbolismo y el Esoterismo Masónico, a los métodos Iniciáticos, experimenta un constreñimiento insoportable, el cual no logra aliviar sino con el rechazo, con el desdén o con la actitud de la zorra: «Las uvas están verdes...» Generalmente acostumbra a catalogar y eti­quetar con adjetivos no siempre muy fraternales, la posición y la ac­titud de quienes sí entienden, observan y respetan la genuina Tradi­ción Masónica. Cómo no puede ascender hasta la altura de los her­manos ejemplares, trata de rebajarlos hasta su propia estatura.
«Un ojo enfermo no puede sostener su mirada en la luz»; un profano, es decir, un ser no calificado para recibir la iniciación es re­pelido por la luz de la verdad...
Un intelecto sin espiritualidad es solamente una falsa y presta­da luz. El ojo está hecho para la luz y la inteligencia está hecha para la verdad. Si ella la recibe y la expresa, cumple su función, y eso es todo. Pero si está en lo negro y en el error, es que se ciega a sí misma o se deja deslumbrar por falsas luces.
«Tú buscas la verdad, dices. ¿Cómo? ¿Acumulando nociones, calculando, combinando, esgrimiendo argumentos complicados? Le­vanta la cabeza y abre el ojo a la evidencia de la Luz». (3)
Así como la habilidad de ver estaba innata en los seres vivientes antes de que el órgano que conocemos como el ojo hubiera sido desarro­llado, analógicamente, la habilidad para comprender el infinito existe antes de que el organismo que permite a esa habilidad funcionar, existie­ra. La Doctrina Cabalística nos dice que: «Lo inmanifestado concentra dentro de sí mismo un punto o centro». La Tradición nos enseña que mediante el Conocimiento Directo (Gnosis), el hombre puede encon­trar el camino de regreso hacia su propio Centro Intimo. Pero para ello es imprescindible estar movido por una receptividad espiritual de fuerza irresistible, una sed de absoluto y un Corazón ardiente.
Decía Kong-Tzeu: «No puedo hacer comprender a quien se es­fuerza por no comprender. Si le he develado la esquina de una cues­tión y no ha visto las otras tres, renuncio a enseñarle».
A pesar de que en la inmensa mayoría de los seres humanos exis­te un comprensible deseo de claridad, que no es sino el resultado de la formación exclusivamente racionalista que le ha sido impuesta desde su infancia, además de lo que en muchos es también pereza intelectual, cuando se trata de esoterismo, y muy especialmente, cuando el asunto a tratar se relaciona con el proceso anímico, no es posible expresarse con frases y términos que no se conforman a la realidad de las cosas anímicas que son procesos vivenciales, y que por lo tanto, jamás pue­den ser comprendidos por la reducción simplista de la claridad, pues transmitir o comunicar a otros algo de la experiencia íntima es una ta­rea prácticamente imposible. Experientia docet (la experiencia enseña). Decía Myers: «¿Cómo puedo yo decir, y cómo puedes tú recibirlo? ¿Cómo, salvo que tú pases por lo que yo he pasado?».

Alian Watts, en su libro Nature, man and woman, señala a este respecto: «Nuestra dificultad no es que hemos desarrollado la atención consciente sino que hemos perdido el más amplio estilo de percep­ción que debería ser su fondo; la percepción que nos permitiría saber lo que la naturaleza es desde dentro. Tal vez alguna insinuación de esta pérdida de percepción sostiene nuestra perenne nostalgia por la «vida natural», y el mito de una Edad de Oro de la cual hemos caído.
Cuando los seres humanos adquirieron los poderes de atención consciente y pensamiento racional, quedaron tan fascinados con estas nuevas herramientas que olvidaron todo lo demás, como gallinas hipno­tizadas con sus picos sobre la línea de tiza. Nuestra sensitividad total lle­gó a identificarse con estas funciones parciales, de manera que perdimos la habilidad de sentir la naturaleza desde adentro; aún más, a sentir la unidad inconsútil de nosotros mismos y el mundo. Nuestra filosofía de acción cae en las alternativas de voluntarismo y determinismo, libertad y destino, porque no tenemos sentido de la integridad del interminable vínculo y de la identidad de sus acciones y las nuestras.
Un cabalista de nuestro tiempo dijo: «La diferencia entre los hom­bres se reduce a la presencia o a la ausencia de una experiencia espiritual».
Y el Buddha dijo: «No creas nada por la sola afirmación de los doctores y de los Sacerdotes. Pero aquello que hayas verificado perso­nalmente y experimentado, y al fin reconocido por verdadero, guárda­lo y hazlo tu Doctrina».
El principal objetivo de este libro es un intento de reunir los fragmentos de la Gran Sabiduría, esa Antigua Sabiduría que está re­gresando al mundo, como signo inequívoco del «Retorno de Henoch» anunciado por los Adeptos... El tiempo ha llegado cuando el mundo necesita de la Antigua Sabiduría como nunca antes...
Finalmente, aclaramos a quienes pudieran considerar que las re­peticiones son muy notorias a lo largo de todo el libro, que es parte del Método Iniciático utilizar deliberadamente un gran número de re­peticiones, con el propósito intencional de estimular la evocación men­tal de las imágenes contenidas en la idea, sugeridas por las palabras y energizadas por la reiteración. La Imaginación no es meramente una fantasía, sino un órgano para la percepción de las cosas reales...
Al publicar la primera edición de este libro, nuestro más fer­viente anhelo es que por medio de sus páginas pueda ofrecer un Ca­mino a los sinceros buscadores de la Verdad Masónica de nuestra ge­neración, y que su contenido pueda ayudar a muchos masones a ob­tener más Luz por medio del maravilloso Simbolismo Masónico, es­pecialmente a los pocos de las generaciones jóvenes de hoy, que obe­decen al íntimo llamado de la vocación Iniciática.

Notas:

(1) Mateo 12, 25.

(2) Mateo 12,30. 


(3)Lanza del Vasto.

Albanashar AL-WALY






ÉL ARCANO II: LA GRAN SACERDOTISA





Diseño del Tarot por el Q:. H:. Paul Foster Case

«El Espíritu de los misterios»
«La madre de sabiduría»
«Maia, madre de Hermes»





ADVERTENCIA A LOS LECTORES
«Diez me leerán, uno me comprenderá; diez mil no comprenderán».

Considero que todo autor tiene el derecho de aclarar para quién escribe. Cuando se trata de «comunicar» temas o asuntos eso­téricos, la dificultad surge debido a que los procesos que los originan, son de índole «vivencial» y no tienen carácter verbal. Obviamente, cuando tales asuntos tienen que ser expuestos en su «lenguaje» pro­pio, éste resulta «oscuro» e incomprensible para el no iniciado. En cambio, la «comunicación» es perfectamente posible con quienes, por entender dicho lenguaje, son capaces de interpretar las resultan­tes verbales, por natural afinidad e identificación.
Por ello, debo aclarar a los amables lectores, que este libro ha sido escrito especialmente para los Masones de todos los Ritos y Obediencias; para los «Hijos de la Viuda» que conocen el «Lenguaje de los Misterios» y que «saben pesar con la balanza», por cuanto los te­mas que en él se tratan, son específicamente de orden Iniciático. No se intenta «vulgarizar» este tipo de ideas para ponerlas al alcance de los «profanos», pues ello significaría falsearlas: Omne promiscuum sordescit (todo lo que es vulgarizado se degrada). Tampoco se pretende «develar secretos» que pertenecen a la natural «reserva» de toda Orga­nización Iniciática; secretos que por lo demás, y debido a su propia naturaleza, son imposibles de comunicar (Aporrheta). Se trata simple­mente de una «conversación en familia», sobre temas y asuntos espe­cíficamente relacionados con la Iniciación Masónica. Por lo tanto, quienes lean este libro, deben poseer un conocimiento, aunque sea elemental, de las Enseñanzas fundamentales del Esoterismo Masóni­co.
También va dirigido a muchas personas que, sin haber recibido la Iniciación Ritualístico-Simbólica de la Masonería, «saben leer con el Ojo del Corazón», porque para comprender las Enseñanzas de los Misterios es necesario, además del deseo de comprender, la «facultad de captación intuitiva» de los significados encubiertos en las palabras y en los Símbolos. Pues, si bien es cierto que todo hombre que viene a este mundo lleva potencialmente en su corazón el «sello» de la Re­velación Primordial, o el Pacto de Alianza conferido a la Raza Adá­mica, son en verdad muy pocos los que están conscientes de ello.
Esa Revelación es Ciencia innata que es necesario RE-cordar, RE-vivir y llevar a su perfección mediante el proceso iniciático que conduce al verdadero Conocimiento: la Gnosis (Al-marifa)…
«Siempre he creído -dice George Russell- que eso que es in­mortal en nosotros, guarda la memoria de esa Sabiduría Total»; o como lo expresa Keats en una de sus cartas; «hay en el hombre una Sabiduría Ancestral, y que nos es posible, si lo deseamos, saciar nues­tra sed de ese vino celeste. Esta memoria del espíritu es la base real de la Imaginación, y cuando ella nos habla, nos sentimos verdaderamen­te inspirados, porque una criatura más poderosa que nosotros habla a través de nosotros...» (1)
Ocurre con mucha frecuencia que algunos profanos, letrados o no, atacan con lenguaje mordaz o pretenden someter al trillado re­curso del escarnio y del ridículo a todo cuanto se refiere el Esoterismo. Para ellos, se trataría simple y llanamente de «cosas absurdas y disparatadas», para sólo utilizar sus expresiones menos peyorativas. Sin embargo, su actitud es perfectamente comprensible, pues carecen del conocimiento imprescindible y no se les puede exigir que tengan ideas claras acerca de algo que ignoran. Su actitud sólo prueba la in­capacidad que tienen para comprender y por lo tanto opinar, pero no desvirtúan en absoluto la importancia del esoterismo como el MÉ­TODO INICIÁTICO por excelencia que rebasa el nivel de una filosofía y de una exposición puramente racional, para alcanzar una verdad diferente que satisface, no solo a la razón, sino también al Alma y al Espíritu, ya que el HOMBRE es un ser TERNARIO como lo es el univer­so, que comprende: un MUNDO MATERIAL, un MUNDO PSÍQUICO y un MUNDO ESPIRITUAL.
El hombre común suele llamar «locura» aquello que no entien­de. Decía Tertuliano: «No califiques de locura aquello de lo que has probado no saber nada» (2). De Lao-Tse es la frase: «Si los hombres sin sabiduría oyen hablar del Tao, ríen. No sería el Tao si ellos no rie­ran».
Este libro utiliza el Lenguaje de los Misterios, Lenguaje Simbó­lico, Arcano o Esotérico. La Sabiduría a la que nos referimos en él, es «La Sabiduría de Dios en Misterio, la cual predestinó Dios antes de los siglos para nuestra gloria» (3). «La que el Señor poseía en el princi­pio de su camino, ya de antiguo, antes de sus obras. La que fue en­gendrada antes de los abismos y de la tierra. Cuando el Señor formaba los Cielos; cuando señalaba por Compás la sobrefaz del abismo; cuando afirmaba los Cielos de Arriba y las fuentes del Abismo; cuan­do establecía los Fundamentos de la Tierra, ordenándolo todo...» (4).
Así pues, el contenido de este libro está esencialmente dirigido a esa Luz de lo Real que Dios ha proyectado como un rayo de Su propia Luz Divina en lo más íntimo del Corazón del hombre; Luz que eleva el Alma y permite que la percepción de la Verdad surja de ella como brota el agua de la fuente... Es por lo tanto al hombre de la VÍA INICIÁTICA (Tao-Jen), y al HOMBRE VERDADERO (Tchen-Jen), poseedor del Ojo de la Certeza, a quienes va dedicado este libro de todo corazón.
El autor




(1) Leflambeau de la visión, pp. 69-70, Cahiers du Sud, París, 1931.

(2) Apología.

(3) I Corintios 2, 7.

(4) Proverbios 8, 22-24, 27.